Por: Jaime Jaramillo Panesso
Esta frase será enmarcada con cintillas de oro y empotrada en mármol para la historia de la república. Su autor no podía ser otro que el pulcro Presidente Santos, conocido por decir siempre la verdad sobre sus actos y sus cuentas personales. Hombre con suerte y con la más alta calificación en materia de transparencia, Santos es dueño de esta frase inmortal que estará en el Salón Elíptico, al lado de otra similar de su compatriota y héroe de la patria, Don Ernesto Samper, y que reza así: “Todo fue hecho a mis espaldas”.
“Me acabo de enterar” y “Todo fue hecho a mis espaldas” son un solo credo a la irresponsabilidad y a la inmoralidad. Estos dos superbogotanos son continuadores de la especie privilegiada desde la independencia, casta que se separa de los millones de ciudadanos honestos que habitan la capital.
El caso Santos es de inmediato impacto. Por las cuentas de sus aportantes a las dos campañas que son reconocidas en dólares por su propio director de la campaña del 2010, Roberto Prieto, y que se extiende a la de 2014, con la salvedad del declarante quien de entrada salva a Santos diciendo que este no conoció de esos ingresos prohibidos, lo hace no por honestidad, sino porque está seguro de la prescripción de las sanciones, puesto que han pasado más de tres años, según la norma electoral. Lo cierto es que un departamento especializado de Oderbrecht, la megaempresa constructora brasileña, manejaba fondos sin límites, para sobornar a todos los gobernantes y funcionarios de América Latina que fueran necesarios para obtener contratos de su especialidad. Y los encontró. El gobierno de Santos hubiera pasado a la historia con solo cumplir con sus proyectos 4G y los demás de infraestructura, vigilando y efectuado el control de las concesiones y la limpieza financiera de los concesionarios. Pero sus compromisos secretos, ahora descubiertos, dejan en la ruina su nombre y el de sus socios como los “gerentes” y “ejecutivos” de la campaña y de las socias como la pareja de ministras aupadas a la Ruta del Sol, que las quemó, además. Y el de su Vicepresidente Vargas Lleras que se benefició de la misma fuente.
Santos y su gobierno están en el peor de su mundo adicto al dinero y a la mentira que arrastra a otros funcionarios seguramente honestos, a militares de alto rango y hasta familiares intachables. Súmele a eso la carga inconmensurable en materias económica, fiscal, política y penal que nos deja de herencia por el proceso de paz con las Farc. El Tribunal que se crea con la JEP, por ejemplo, 90 magistrados con asesores extranjeros que durará 15 años con la antorcha viva de las Farc, repartiendo órdenes de arresto, sentencias inapelables a los contradictores de la guerrilla y providencias de impunidad a los miembros del terrorismo calificado. Y el costo para reunir 10 millones de hectáreas para distribuir mediante la reforma integral agraria.
“Me acabo de enterar” deberá ser la frase que quede también impresa en la portada del expediente de la Fiscalía, si es que el Fiscal de turno cumple con su deber y el Congreso próximo con el suyo, para conocimiento de las actuales y siguientes generaciones de colombianos, que conozcan las andanzas de un Premio Nobel de Paz que hundió sus manos en los toneles llenos de dólares de Oderbrecht, pero como tenía los ojos vendados, solo alcanzó a suspirar “Me acabo de enterar”.