Petro ganó la candidatura del Polo, pero se quedó sin partido. El sectarismo del sector que controla la maquinaria polista jamás va a aceptar su derrota en las urnas. Petro podrá figurar como el ganador, pero la dirigencia radical intentará cobrarle su osadía sometiéndolo a la rigidez de decisiones pasadas. Como la del ultimo congreso nacional que embriagado de soberbia decidió no considerar la posibilidad de una consulta interpartidista antes de la primera vuelta. Era más importante la marca del Polo que cuajar una alianza democrática para hacerle frente al reeleccionismo imperial. Hoy, con 500.000 votos en un bolsillo luego de tener dos millones y medio hace menos de cuatro años, la dirigencia intenta hacer mutis por el foro ante el mayoritario mandato del pasado domingo. El triunfo de Petro es un saludable revés de la maquinaria bogotana. Un partido que no acata la voluntad popular de una consulta no tendrá autoridad para abanderar la defensa de la democracia.
En el liberalismo, el precandidato ganador hace parte del problema. Sorprende la incapacidad de Cesar gaviria y Rafael Pardo para aceptar que lo del domingo fue un desastre. Inútil es recurrir a múltiples malabares para desconocer la gravedad de las cifras. Hoy tenemos un Partido Liberal con menos votos que los obtenidos en la última consulta popular, lo mismo ocurre con el candidato presidencial: sacó más como precandidato derrotado. Puede que haya vocación de poder pero las gentes no creen. El discurso liberal encuentra oídos sordos en los grandes centros urbanos porque nada dice de los grandes problemas urbanos: movilidad, espacio público, seguridad ciudadana, seguridad alimentaria, seguridad social, ingresos. El centro del espectro político no se gana con discursos hueros, insalubres. Al liberalismo le falta audacia programática. Este país tan polarizado por el furibismo, no se pellizca sino es con formulas concretas para los álgidos problemas concretos. Con una exigencia mínima: el pregonero debe tener credibilidad.
Los electores y los abstencionistas de la consulta del domingo mandaron un mensaje de castigo a Carlos Gaviria y Cesar Gaviria-Rafael Pardo. La falta de innovación para hacer la política se tradujo en un pobre apoyo electoral. La frescura no hace parte de su estilo ni de sus agendas. Los mató su apego a unas estructuras fosilizadas, mientras el país mira hacia otra parte. Para infortunio de Carlos Gaviria, el comunicado publicado por las Farc lamentando el triunfo de Gustavo Petro le da la razón a quienes consideramos que el Polo Democrático sigue preso de telarañas tejidas por los sectores de una izquierda indiferente a las posturas y expectativas de la población. Rafael Pardo no fue capaz de aparecer como un candidato oxigenado porque se lanzó de bruces en manos de las maquinarias liberales, especialmente las parlamentarias. Su mensaje de transparencia se lo llevó el viento ante su falta de decisión para tomar distancia de algunos apoyos regionales embadurnados de corrupción, como ocurrió en Antioquia, por ejemplo. Preso del votico, sacrificó la señal renovadora.
Detrás de Carlos Gaviria y Rafael Pardo emergieron de las urnas como una esperanza Gustavo Petro y Aníbal Gaviria. El ex gobernador de Antioquia hace cuatro meses estaba en Boston estudiando. Sin apoyos parlamentarios significativos ni cuestionados, logró difundir un mensaje de renovación. Las gentes creyeron en Aníbal Gaviria por su juventud, por su compromiso social no polarizante y por su ejemplo de buen gobierno regional. Con cuatro meses de campaña fue la segunda votación más alta entre todos los precandidatos presidenciales de la consulta del domingo. El sinsabor por los famélicos resultados liberales se atenúa por el surgimiento de un nuevo liderazgo prometedor.