Rodrigo Pareja

Por: Rodrigo Pareja

Para ratificar lo anterior hay que comenzar hablando del muy bien llamado mínimo, ese salario del miedo que año por año el gobierno, en connivencia con los empresarios que en las asambleas de marzo presentan abultadas ganancias, transan a espaldas de los casi dos millones de colombianos que lo reciben.

Como gran cosa cuando faltan escasas horas para la terminación de otro año, el gobierno expide un decreto y en el “fija” el nuevo salario mentiroso para los próximos doce meses, el cual  según el texto oficial en 2016 será de $689.455 pesos, cuando en realidad es apenas de $606.720 pesos.

De entrada esa suma anunciada con bombo y platillo es una inmensa mentira porque con el viene el primer raponazo de $82.735 pesos que debe cubrir el trabajador para el rubro de salud, cuando en realidad y justicia su aporte no debería pasar de $27.576 pesos, es decir el mismo 4% que pagaría si estuviera activo.

Situación injusta que se mantiene vigente, no obstante que en sus promesas de campaña reeleccionista, el actual Presidente haya prometido acabar con ella, sin enterarse hasta ahora que quien manda verdaderamente en estos terrenos económicos es su insensible ministro de hacienda.

Para peor, los que ganan el mínimo de $606.720 pesos tiene que soportar  en medio de la austeridad que reclaman para ellos, ver como se gastan $600 millones de pesos en nuevas cortinas para el palacio de Nariño y se adquieren más de $80 millones de pesos en chocolatinas para regodear el gusto de los diplomáticos barrigones que suelen concurrir a la sede presidencial.-

Ah… Y los niños muriéndose de hambre en La Guajira y otros sitios olvidados de Colombia.

Viene luego otra gran mentira, esta vez relacionada con el mercado, si como tal puede denominarse el escaso bastimento diario que el beneficiario debe adquirir para medio alimentarse el  y alimentar a su familia, caso clásico, esposa y dos hijos.

Hay que tener en cuenta que con esos $606.726 pesos a los que queda reducido el salario después de pagar salud (¿), tiene  que cancelar arriendo, servicios, educación y transporte de los hijos, porque el subsidio del ramo sólo lo cubre a él y ya está copado con el alza que año por año es  decretada en el trasporte urbano.

La seguridad de un techo con los servicios básicos, implica un gasto de por lo menos $300.000 (trescientos mil pesos) si es que todavía en algunas ciudades es posible conseguir estos precios.

Le quedaría otro tanto, entonces, para asumir la necesaria subsistencia de esposa y hijos, con una única ventaja: en su hogar jamás se sufrirá porque alguno de sus miembros padezca obesidad, ni mucho menos por llenura,  tendrán que recurrir a la sal de frutas o el Alka Seltzer.

Cuánto, entonces, podrá quedarle al trabajador colombiano para mercar, lo que se dice mercar, con un costo de vida que llegó el año pasado al 6.7% y que no bajará de allí por más pactos y promesas que hagan los productores y el ineficiente ministro de agricultura ?

O en su inteligencia suma creerá el doctor Iragorri que los alimentos en los próximos meses van a rebajar a los niveles de hace un año ? Tal vez, ilustrado Ministro, la cebolla, el cilantro, el limón y el orégano, descaradamente incluidos por algunos como integrantes de la mal llamada canasta familiar.

Entre tanto, los llamados gurús de la economía, aquellos que ganan en miles de dólares y jamás van a una tienda o un super mercado, continúan pregonando la necesidad de una reforma tributaria que eleve al menos el dos puntos el IVA, dizque para cuadrar las cuentas del ejecutivo, cada vez más gastón e ineficiente, carcomido hasta los huesos por una corrupción que asombra.

Hay que repetirlo: con la M de mentira se escriben,  mínimo, ministros, mercado y miseria.