Soy una mujer muy afortunada… Nacida y criada entre el río y el mar, donde sólo existe el sonido del viento y la tranquilidad de las aguas.
Millonaria en afectos, en el respeto, los valores y el amor de unos padres tan distintos como el día y la noche: él… un paisa de Marinilla, carriel, escapulario, navaja y dados. Libros, periódicos y música clásica. Ella… hermosa, serena, silenciosa como las mujeres de Mompox, costurera y cocinera, de gaita y de tambora.
Él… periódico o libro en mano, ponía su tocadisco, escuchar la voz de María Anderson, su lírica en la serenata de Schubert, mecedora de mimbre y cargar a la niña, tetero en mano: “papi: Lee duro“. Éstos fueron mis primeros momentos de periodismo… Mi mente volaba. El tiempo pasa y hay mucho que aprender.
Llegar a la Facultad de Humanidades y Comunicaciones. Fueron cinco años de caminar y tecletear. Años maravillosos, duras prácticas en todas las áreas. Mi Universidad, la de Monseñor Félix Henao Botero, mi UPB. Él, con sotana color Semana Santa y mil botones de arriba abajo, llegaba cargado de mangos y yo le decía: “Monseñor, venda esos mangos y tráiganos máquinas de escribir“. Con su voz ronca de fumar los Dandy, me decía: “¡Está costeña!”.
Nunca he dejado de ser del río y del mar… nunca aprendí a decirles a los hombres “pispos“. Para mí los hombres bellos, son bellos y punto.
Igual para mí ser mujer es ser libre, nunca he tenido banderas feministas, las mujeres somos libres desde que nacimos… tanto así que Eva fue la de la iniciativa. Por ella estamos aquí sentados. Por Adán, seguiríamos de rama en rama.
Desde niña me gustaba escuchar y contar historias. Escribir, leer, soñar. Caminar en el mundo. Así que de vuelta al hogar de padre, casa y amores… y aquí vine a trabajar y más afortunada todavía al llegar a tener de jefe a un gran señor: Fabio Rico Calle, hombre con don de mando, y al doctor Francisco Eladio Gómez, quien me dijo un día: “nunca suelte la libreta de trabajo, apunte todo“. Les cuento algo: las tengo coleccionadas todas. Trabajé bajo su sombrilla de aroma de café en mercadeo y publicidad.
Con el llamado del doctor Alvaro Uribe para hacer Directora de Fomento y Turismo, pude por primera vez llevar un grupo de silleteros a conocer el mar de Cartagena. No se lo creían.
Un encuentro con el que fuera mi profesor, maestro y amigo, Darío Arismendi, terminó en visita y contrato en el periódico El Mundo. ¡Qué dicha! 36 años de dicha. Volvería a decir que sí. El solo aroma de la tinta en el papel, excita.
Fue un corre corre inolvidable. No importaban los trasnochos, no importaba el no comer, no importaba el cansancio. Los solos 25 años de descubrimiento del reinado de belleza me dan para escribir un libro de maravillosos secretos. Pero aquí está el detalle: sé guardar secretos.
Y entre el periódico y el micrófono del periodismo exige lo mismo. Sigo el legado del sentir y escribir.
Creo en Dios, tengo una gran devoción por la Santísima Virgen, no me da pena caminar de Rosario en mano. Tengo palabras que me llegan al alma: amor, dualidad, muerte, amistad. Me fascinan los rituales. Creo que la base de la comunicación es la familia. Amo a los niños, amo el silencio, amo esta ciudad de Medellin y estoy totalmente de acuerdo con el Alcalde: todos tenemos que poner de nuestra parte.
El periodismo, el cuestionado periodismo de hoy día es el mismo. No ha cambiado. Somos nosotros los que no hacemos buen periodismo. La verdad, la ética y el respeto son la base y nosotros lo hemos olvidado. La virtualidad nos enreda, la ligereza nos atropella. La responsabilidad es nuestra.
Este Premio no es mío: es de ustedes, de estos chicos de cada día se esfuerzan por hacer la alianza en el periodismo y la comunicación y que hoy también han tenido su reconocimiento: Jairo Alonso Lopez, Javier Rodríguez, Jazmin Parra, Gustavo Castaño y Santiago Garces, Sebastián Giraldo e Ian Sneider. Todos ustedes, amigos colegas, a los empresarios, son los que han hecho posible que al lápiz, a la máquina de escribir, al computador y ahora a la virtualidad siga escribiendo mi periodismo, oficio y pasión hasta que el Señor me llame.