Gustavo Salazar

Por: Gustavo Salazar Pineda

Un aspecto cultural que nos une profundamente con los argentinos es la tendencia a crear mitos, leyendas y figuras reales o imaginarias que tanto encantan a los pueblos.  Cierto es que en muchos países existen ídolos que las gentes buscan vivir a través de otros sus diferencias, falencias y debilidades.  Desde la antigua Grecia se han inventado los ídolos como un mecanismo psicológico de compensación de nuestras vidas frustradas, de aquello que humanamente nos hace diferentes y vulnerables, compensación de aquello que pudimos ser y no alcanzamos a lograrlo; el ídolo aparece como un ser superior a nosotros, alguien que supera la frágil condición humana, la débil esencialidad de la mortalidad, al decir de expertos psicólogos.  “El ídolo es el portador de cierta eternidad, de allí que no exista idolatría sin fe, sin confianza, sin cierta religiosidad entre el ídolo y el idólatra”.

Ambas naciones, la colombiana y la argentina, han heredado de lo hispano el cuto al ídolo, bien sea religioso o mundano.  La existencia de miles de iglesias y santos sitúa a España como pionera en el mundo de la idolatría.  También el mundo del toreo, la fiesta insigne española, tiene sus ídolos:  Manolete, Paquirri, El Cordobés, han sido dioses de la tauromaquia.

La nación argentina heredó de Italia, la madre patria de muchos, la devoción por santos religiosos o laicos; al mismo tiempo la república del Río de la Plata ha contribuido con ídolos de exportación.  Nápoles fue un equipo pobre, lejano en la historia del fútbol de un título de la liga italiana hasta que llegó en los años ochenta Diego Armando Maradona y bajo su figura mítica logró, por primera vez, el anhelado título.  Hoy, en la bahía de Nápoles, es un auténtico Dios moderno del balompié.

Lionel Messi revolucionó el fútbol español , acabó con la hegemonía ganadora del Real Madrid en el siglo XXI y convirtió al Barcelona en el club más famoso y ganador.  No solo en la península hispánica Messi es un Dios, también lo es en el mundo entero, los chinos lo han aclamado en su tierra como el más grande ídolo moderno del fútbol.   El ídolo, transfigurado en afiches, posters, fotografías y camisetas, brinda una luminosidad en quien lo idolatra, le brinda seguridad, lo hace sentir cercano, familiar.  Además de un referente social que nos indica cómo se hacen bien las cosas, así sean negativas, de allí su lado divino, inalcanzable; pero también tiene la cara de la cercanía, de lo natural, de lo normal, oscila el ídolo entre el ser inalcanzable y cercano al mismo tiempo.

Nosotros los paisas amamos los ídolos y solemos rendirle un culto cuasi religioso los 7 de diciembre cuando la patasola y otras figuras de la vieja Antioquia desfilan por las calles de Medellín para ser exhibidas ante las gentes de nuestra tierra y de otros lugares.

Argentina convirtió a Evita Perón en el más grande mito femenino político de toda su historia.   Ciertos sectores en Antioquia idolatraron a Pablo Escobar y todavía le rinden culto profano en su tumba de Jardines de Montesacro.  El mundo entero se apropió de este ídolo, que como todo lo que es crece más cada día; no en vano su familia explota la ruta y el peregrinaje donde vivió, disfrutó su vida, exhibió su fortuna y murió.  Quien dude del poder religioso que dimana Pablo Escobar, puede visitar el barrio que lleva su nombre en la laderas orientales de Medellín.    La cualidades humanas y santas de Laura, la Santa de Jericó, difieren poco de las de Pablo Escobar, por cuanto los ídolos comparten una magia, un poder, un don, un sortilegio poderoso, en el que importa poco la mera connotación religionaria.

En el imaginario colectivo pesan poco la historia de bondad, mansedumbre y lo que cuenta en última instancia es la construcción mítica del personaje.  Otra vez Carlos Gardel nos recuerda la devoción religiosa, cuasi divina que engendra el artista.  El coraje, la osadía y la perseverancia hacen parte de la historia del mito sin importar que sus acciones sean religiosas.   Así puede deducirse de la idea que de los ídolos tienen los psiquiatras argentinos Abadi y Mileo:  “Los ídolos hacen posible lo bueno, lo divino, lo bello, lo loable”.   Prueban la posibilidad de la perfección en la tierra; son artistas supremos de lo que hacen, sin importar éticamente el contenido de sus conductas.  Mito moderno argentino fue y es Sandro de América, émulo de Elvys Presley; cada día crece su figura mítica y legendaria de lo que fue como cantante, como precursor del rock y como ser humano.  Mitos argentinos futbolísticos son Alfredo Di Stéfano, Adolfo Pedernera, Amadeo Carrizo, Ubaldo Matildo Fillol, Hugo Orlando Gatti, Omar Corbatta, Jorge Valdano y muchos más de la gran galería futbolística argentina.

Ídolos de la pasarela y la televisión en Colombia, Natalia París y Amparo Grisales, nos recuerdan también que Colombia idolatra a ciertas mujeres con cualidades mágicas y carismáticas que las diferencian de las de a pie, de las de barriada.