Por: Margarita María Restrepo
En momentos en los que se empiezan a sentir los efectos del mal manejo de la economía por parte del Gobierno sumado a la acelerada devaluación de nuestra moneda frente al dólar, acompañado de una fuerte caída en los precios del petróleo, vuelve a surgir la venta de Isagen como alternativa para solucionar los problemas de caja que tiene el Ministerio de Hacienda.
Cuando una familia pasa por una mala situación económica, lo primero que tiene que hacer es recortar sus gastos. Primero se suspenden aquellos que se consideren suntuarios y si esto no es suficiente tendrá entonces que suprimir ciertas cosas en aras de garantizar su supervivencia. Solo al final, cuando no hay alternativa alguna, toma la decisión de vender su más preciado activo.
El gobierno Santos lleva casi cinco años derrochando a diestra y siniestra. Ha usado el presupuesto nacional para construir una coalición ficticia, cuya única matriz de identidad es la denominada mermelada. Dado que no tenía un discurso político convincente, recurrió a la chequera de la nación para comprar conciencias de políticos, periodistas, dirigentes sindicales y todo aquello que a futuro pudiera interponerse en su camino. A quien no pudo sobornar, entonces persiguió, como le ha sucedido a importantes dirigentes del uribismo.
Para agradar a las Farc, dio la orden de cesar la ofensiva militar en contra de esa organización y los efectos fueron nefastos. La inversión extranjera empezó a sentir desconfianza en el país. Volvieron los secuestros de industriales foráneos, la extorsión a multinacionales, los retenes en las carreteras, las voladuras de los oleoductos.
Cuando el presidente Uribe salió del poder, Colombia estaba a unos pocos miles para llegar al millón de barriles de petróleo por día. El ritmo que llevaba la exploración y explotación, permite hacer creer que hoy deberíamos estar cerca al 1.3 millones diarios. Pero nada de eso ha sucedido. Un mes llegamos al millón y al otro –gracias a las ofensivas terroristas- nos quedamos por debajo.
La cereza sobre ese pastel de desgracias ha sido la estrepitosa caída en el precio del crudo, lo cual claramente afecta a la caja de la nación.
Mientras Colombia empezaba a dejar de percibir ingresos, el Gobierno mantenía in crescendo su nivel de gastos. Suntuosidades tan exóticas como aviones de lujo para pasear a los ministros y multimillonarias edificaciones para establecer delegaciones diplomáticas son muestra del nivel de insensibilidad del presidente Santos frente a una crisis económica que se avizoraba en el horizonte.
La gente decidió sacar su dinero de Colombia. Empezó la venta de activos y la demanda acelerada de dólares, lo cual ha contribuido en gran medida en la apreciación de esa moneda. Los importadores comienzan a enviar mensajes de alerta, pues los productos de consumo interno indefectiblemente subirán de precio.
Y el Gobierno necesitado de liquidez en vez de tomar medidas de austeridad que el país entero implora se adopten, decide nuevamente que enajenará el 57 por ciento de las acciones que posee en Isagen, uno de los activos más preciados de la nación.
Nos han dicho mentiras. Que el dinero de la venta de Isagen será invertido en infraestructura. Eso no es verdad. Necesitan esa plata para seguir en el festín de derroche, para regar de mermelada a medio país de cara a las elecciones regionales de octubre, para seguir “afianzando” a la Unidad Nacional a punta de contratos, puestos y prebendas. La venta de Isagen servirá para que Santos continúe la ofensiva corruptora que empezó en agosto de 2010.
Colombia entera tiene que cerrar filas para impedir que el Gobierno enajene un activo que, además de su valor, resulta altamente estratégico. Santos y su ministro Cárdenas no son los dueños de Colombia y por lo tanto no pueden creer que el patrimonio nacional les pertenece a ellos y como tal pueden hacer lo que les plazca con total impunidad.
Por eso, quiero invitarlos a que me acompañen con su voz de protesta y todos, a una sola voz digamos: “No a la venta de Isagen”