Por Jaime A. Fajardo Landaeta
La campaña de Antanas Mockus y de Sergio Fajardo debe hacer una profunda reflexión acerca de los hechos y de las omisiones que permitieron que su principal competidor, el candidato del Partido de la U Juan Manuel Santos, ganara con solvencia la primera vuelta en la disputa por la Presidencia.
Aunque resulta evidente que se dieron situaciones que atentaron contra los objetivos del Partido Verde, entre ellas la atrevida e impune intervención del presidente Uribe a favor de su candidato, el temor que acecha a la casa de Nariño con investigaciones judiciales en marcha y futuras, también es cierto que fueron muchos los desaciertos cometidos por la campaña que a la larga facilitaron el triunfo del uribismo.
Desde hace algún tiempo, especialmente después de ganar la consulta interna y comenzar el sorprendente crecimiento de la ola verde, algunos dirigentes de esa agrupación fueron indulgentes frente a los equívocos de Mockus e incluso llegaron a proclamar que mientras más se equivocaba más seguidores contabilizaba. En la medida en que ganaba simpatía, sobre todo entre los jóvenes a través de las redes sociales, empezaron a aflorar algunas ambigüedades que si bien demostraban la franqueza y transparencia del candidato, hacían imperativo alejarse de esa línea, ya que el electorado exigía claridad y contundencia en los pronunciamientos.
No fue así y, en consecuencia, los traspiés fueron utilizados por los grandes medios de comunicación y por la propia Casa de Nariño, para apuntalar algunas campañas de desprestigio. Es el caso del tema tributario que si bien refleja cierto nivel de franqueza y objetividad, expresado en tiempos de crisis económica resulta fatal. A ello se sumó su ambigüedad frente a una hipotética extradición del presidente Uribe, posición que si bien algunos entendimos cabalmente, en el imaginario de muchos electores quedó la sensación de que se trataba de un objetivo de Mockus al llegar a la Presidencia de la República.
Se agrega la propaganda negra enarbolada por la campaña de Santos por todo el país y la cual creo temores, infundados, en el electorado.
Esta actitud se prolongó con su desacertada posición frente a los salarios de los médicos y empleados de la salud, continuó con la referencia al candidato Gustavo Petro y al Polo Democrático por su supuesta vacilación ante la violencia propiciada por las Farc, y se hizo intolerable con el comportamiento errático de que hizo gala en los últimos debates televisivos, que dejaron la impresión de que desconocía temas fundamentales de la realidad nacional.
La propuesta de rescate de la legalidad, el apego a la ley y la Constitución, la defensa de lo público, la lucha contra la corrupción, el tema de la educación, la equidad social y sobre todo el aire de frescura y franqueza que le impuso al debate atrajeron a muchos potenciales votantes, especialmente a los más jóvenes. Pero los dislates fueron aprovechados por la maquinaria oficial que alimentó un gran temor entre los colombianos, hasta empujarlos hacia otras campañas.
A este panorama se debe agregar que muchos de los cuadros regionales del Partido Verde se creyeron ganadores desde un comienzo; tanto, que llegaron a menospreciar la adhesión de dirigentes de otras fuerzas, tal como sucedió en Antioquia, con lo cual en cierta medida se reprodujeron las prácticas propias de los partidos tradicionales.
Qué lástima que no se supiera manejar este valioso capital, aunque no se puede subvalorar el papel de intervención y desprestigio que en esta campaña impulsó la Casa de Nariño, en cabeza del presidente Uribe.
Pero la experiencia y el aporte de Mockus y Fajardo, al igual que de otros dirigentes de ese partido, no se pueden desaprovechar; resulta imperativo diseñar una estrategia que convierta sus propuestas en posibilidad cierta de hacerse a las mayorías en la segunda vuelta, o la menos que no se baje la guardia para mantenerlos presente en la realidad política nacional, aún con las dificultades que ello plantea. De lo contrario estaremos abocados a padecer otros cuatro años de corrupción, politiquería, clientelismo, falsos positivos e intentos de ocultar los hechos nefastos que han oscurecido la realidad nacional, según los intereses y objetivos representados en la campaña del oficialista candidato Uribista.