El Día del Periodista y Comunicador Social, celebrado este 4 de agosto por mandato de la Ley 918 de 2004, es la oportunidad para reconocer el ejercicio de una labor con “valor”, ”pasión”, “compromiso” y muchos otros calificativos que llegan en las tarjetas de felicitación de quienes admiran y respetan el periodismo y ven en él el camino hacia la búsqueda de la verdad en defensa del interés colectivo.
Pero es también la oportunidad de llamar la atención sobre el tipo de personas que debemos ejercer este oficio, que ya no exige un título universitario, porque en Colombia hay “libertad de pensamiento, de expresión, de opinión, de informar y recibir información veraz e imparcial y de fundar medios masivos de comunicación”.
La sociedad espera que los periodistas seamos buenas personas, porque, como decía Ryszard Kapuscinski, “las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”.
He ahí la diferencia entre el buen comunicador y el que no lo es, sin que importe que haya pasado por la universidad, pues, tanto en los medios de comunicación tradicionales como en las redes sociales hay un buen número de infames que se sienten “críticos audaces” difamando, injuriando, calumniando, juzgando y condenando.
He ahí la importancia de la formación tanto de comunicadores – periodistas “profesionales”, como de oficio. Por eso vale la pena reconocer esfuerzos como el que está haciendo el Círculo de Periodistas y Comunicadores Sociales de Antioquia –CIPA- con su espacio “Pedagogía Constitucional y Democracia”, con el cual esperan que se formen tanto los comunicadores -para que informen bien- como los usuarios de la información -para que exijan que sea veraz, imparcial y responsable-.
Azael Carvajal, presidente del CIPA, se alegra de la existencia de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones por su capacidad para democratizar el acceso a la información. Sin embargo, también lamenta que la facilidad de acceso no permita que haya un tamiz y, por tanto, no haya responsabilidad social.
Le parece bien que las redes sociales brinden la oportunidad de expresarse y comunicar, pero les recuerda, tanto a los usuarios de las redes como de los medios de comunicación tradicionales, que la libertad de expresión implica competencias, responsabilidad, respeto y seriedad en el manejo de la información.
“La libertad de expresión no convierte a todo el mundo en profesionales de la comunicación. Se supone que los profesionales ejercen un periodismo responsable. Pero lo cierto es que se cometen muchos errores que atentan contra el patrimonio moral. Hay que saber usar las palabras adecuadas para lograr una comunicación respetuosa y pacífica”, dijo Carvajal en Sinergia Informativa.
Les recuerda a quienes defienden la libertad de expresión y de prensa a ultranza, entre ellos a la Fundación para la Libertad de Prensa -FLIP- y al mismo CIPA, que se trata de un derecho fundamental absolutamente defensable, siempre y cuando dicha libertad se ejerza en torno a “informar y recibir información veraz e imparcial”.
“Cuando se denuncia a una persona, hay que hacerlo con fundamento para evitar poner en marcha el aparato judicial por parte de quienes se sientan víctimas de delitos penales como la injuria y la calumnia. Algunos, revestidos por el derecho a la libertad de prensa, olvidan el respeto a los demás, olvidan que es necesario ser cuidadoso con el manejo del lenguaje”, agrega.
El fallecido padre de la Ética Periodística en Latinoamérica, Javier Darío Restrepo, criticaba, precisamente, a algunas agremiaciones que reclaman la condición privilegiada de “ponerse por encima de las leyes”. Decía que “se sabe de casos en los que periodistas, tras la armadura de la libertad de expresión, pretenden burlar la justicia. O el de asociaciones gremiales que, frente a un recurso de amparo constitucional o acción de tutela, tuvieron la arrogancia de afirmar que ese instrumento legal no procedía contra la prensa” (PERIODISMO ÉTICO: REPUTACIÓN POLÍTICA, CONFIANZA CIUDADANA Y DEMOCRACIA. Pag. 66.).
Queda claro que la libertad de prensa constituye la piedra angular de la democracia, pero el prurito de la defensa de este derecho no debe permitir que bajo su amparo se vulneren otros derechos fundamentales contemplados en nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, como los derechos a la intimidad, al buen nombre, a la honra, a la imagen y al libre desarrollo de la personalidad.
Este 4 de agosto, Día del Periodista y Comunicador Social -en homenaje al precursor de la Independencia de Colombia, Antonio Nariño, y en conmemoración de la primera publicación de la Declaración de los Derechos del Hombre-, de nuevo se hace un llamado a que Colombia necesita un periodismo que sirva y que oriente a la sociedad en la toma de decisiones trascendentales, necesita un periodismo que haga control social, que investigue y que denuncie. Pero, al mismo tiempo, Colombia y su democracia necesitan un periodismo tan responsable que tenga en cuenta los límites de sus libertades para no vulnerar otros derechos humanos fundamentales.
La sociedad necesita periodistas de esos que mencionaba el polaco Kapuscinski y que Javier Darío Restrepo esperaba que hiciesen uso de cuatro filtros o fórmulas para resolver dilemas éticos que, a la postre, van a evitar el daño que producen la ligereza y la falta de prudencia:
“Buscar la mayor utilidad, aplicar principios universales, no hacer a otros lo que no queremos para nosotros y ponerse en el lugar del otro. La profesión del periodista está ligada con la existencia del otro. Los valores y normas de la ética giran alrededor del otro. Él es el centro de la ética”, decía Javier Darío Restrepo.