Por: Rubén Darío Barrientos G.
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Gustavo Petro, el mismo que se compara con Jorge Eliécer Gaitán y quien asegura que no es castrochavista, sí es un populista que se mueve en esos lineamientos. Y hoy es una real amenaza de llegar a una segunda vuelta presidencial en Colombia. A la vieja usanza, acaba de llenar la plaza de Nariño, rodeado especialmente de líderes sociales e indígenas de la región, a los que les habló de “hacer resistencia a la desigualdad social y construir una historia de manufactura del trabajo productivo”. Con 57 años y nativo de Ciénaga de Oro – Córdoba, Petro ganó la última encuesta de Invamer, con 23,5%, y vive una coyuntura nunca antes vista de un país hundido en la corrupción, para venderse como un líder persuasivo que pugna contra ese mal endémico.
Político astuto e inteligente, rancio y acendrado izquierdista, ha acentuado la división tanto del Partido Verde como del Polo Democrático, arrancando militantes “duros” de esos sectores del voto por Sergio Fajardo y trayéndolos a sus huestes ante la mirada desencajada de Claudia López y Jorge Robledo. Se habla, incluso, de una crisis interna de la Coalición Colombia. La imagen positiva de Petro ha mejorado en los últimos meses, generando pánico y sobresalto en algunas capas sociales. Es más, su favorabilidad va en alza (del 36,7% al 41,4%), en donde uno de cada tres votos está en Bogotá, que es la gran plaza electora, y en la costa atlántica se mueve con 35,5% de intención de voto. De resto, tiene sumatoria de votos por el resto del país y su blanco político son los jóvenes (entre 18 y 25 años) y gentes sin partido, con énfasis en los estratos 1 y 2.
En esos sectores populares, su estrategia se cimentó en los subsidios y en las iniciativas para lograr la cobertura total en educación. Les hablaba de “determinar los avances en la reducción de pobreza multidimensional”. Hoy, con magistral labia, se refiere a temas que gustan a las nuevas generaciones: los animales, el agua y el cambio climático. Petro, en el congreso, siempre llevó las banderas del Polo Democrático y en ese partido está su cauda más importante de seguidores (38%), aunque en el Partido Verde recoge adeptos no despreciables (24%), sumado a que en los sin-partido, que lo aclaman, aglutina un 30% de su potencial. En su retórica, habla de los indignados y les vende ideas que los seducen. Fue un referente del control político congresional (luego hizo lo propio Jorge Robledo) y destapó innumerables escándalos de parapolítica. Es todo un zorro para venderse.
Ni siquiera Carlos Gaviria (quien manejaba la maquinaria del Polo) pudo destruir a Gustavo Petro, cuando fueron enconados rivales. Lo tildó, incluso, de ser “un político, capaz de traicionar sus principios a cambio de un resultado electoral”. Pero nada le hizo mella. Y montó rancho aparte, cuando organizó el movimiento Progresistas, con el que llegó al palacio de Liévano. Petro ha propuesto, desde su jerga castrochavista y retórica, “combatir formas de desigualdad y de discriminación social, bajo un nuevo pacto social y político, con amplia participación de todos los sectores y ciudadanías, para superar definitivamente la guerra, para edificar una justicia autónoma y al alcance de la gente, para vencer la corrupción y procurar el buen vivir de todos los colombianos». Eso vende, sin duda.
Recientemente, las agencias Loor y Adalid hicieron una revisión de las redes sociales de los candidatos presidenciales y hallaron en el ranquin de los falsos seguidores en twitter (interacción en redes sociales), que Gustavo Petro tiene 2.841.402 de los cuales el 40% son falsos y que llegó en facebook a tener 890.000 fans. Ese trabajo le ha dado gran fuerza a Petro. Estamos, pues, ante un personaje soberbio, mal administrador, cuestionable, peligroso, pero que se ha posicionado y que si bien alcanzó su techo electoral en las encuestas, es toda una amenaza nacional que tiene desvelados a miles de colombianos. Petro, el economista de la Universidad Externado de Colombia, exponente de la facundia, quien en el año 2010 obtuvo 1.330.000 votos como candidato presidencial, quiere llegar al solio de Bolívar y hasta ahora consigue el perspicaz objetivo de figurar, estar arriba, tener opción y “meter miedo”. Así nos duela aceptarlo a muchos.