Por: Rodrigo Pareja
Si hay una característica común a todos los borrachos y a su forma desorganizada de malbaratar la plata, es la alegre irresponsabilidad con que lo hacen y el poco tiempo que transcurre entre el momento de recibir el dinero y desaparecerlo como por arte de magia.
No digamos que Eduardo Montealegre sea ferviente adorador y seguidor de Baco, pero por la forma tan risueña como dilapida los recursos que no son suyos sino de toda la nación, da la impresión de estar a la cabeza de los derrochadores, y lo que es peor, sin rival aparente a la vista.
Pago semanal, quincenal o mensual en manos de estos “derrochones”, como los llamaría el ex presidente Uribe, se esfuman como por encanto en pocas horas o de un día para otro después de fugaces y repetidas rumbas por cafés, casinos, sedes buenas, regulares y malas de fufurufas, propinas y generosos regalos que al final el protagonista de la ruina económica ni recuerda.
“Plata se consigue todos los días”, suelen cantaletear los sujetos de marras en un intento por justificar su condenable comportamiento, y hasta razón pueden llegar a tener porque sus emolumentos malbaratados en esa forma irresponsable, no superan casi nunca el equivalente a uno o dos salarios mínimos.
Pero que en una nación como Colombia, donde la equidad es fruto exótico y los recursos del Estado no son propiamente los más boyantes estos sean gastados en forma alegre y casi deportiva sin tener que responder ante nada y ante nadie por un funcionario que se cree engendrado y parido por el Espíritu Santos, sí es el colmo.
Desechar por sí y ante sí la formación y la inteligencia de más de tres mil quinientos funcionarios que tiene la Fiscalía General de la nación, para encomendarle el trabajo que ellos estarían obligados a hacer a un personaje de sus simpatías, sólo ocurre en Colombia, donde pasa de todo y no pasa nada.
Mediante toda clase de malabarismos idiomáticos y argumentales en los que nadie cree, el Fiscal, Eduardo Montealegre ha tratado en vano de justificar tamaño desafuero y pretende hacer creer que sólo la señora Natalia Springer, el personaje de sus simpatías, es la única entre 45 millones de colombianos capaz de elaborar un informe, sea cual sea su especialidad u objetivo.
Por esa sobre humana capacidad intelectual de la señora Springer, ante la cual el sabio británico Stephen Hawking queda reducida a la de un simple analfabeto, es que se ha convertido – gracias al Fiscal “gastaalegre” – perdón, Montealegre, en el único ser que en este país se gana diariamente $17 millones (Diecisiete millones de pesos) por cuenta de los contribuyentes.
Algo que se dice o escribe fácil y que puede pasar inadvertido para la mayoría de colombianos que no tienen acceso a los medios escritos o audio visuales, pero que sí saben en cambio cual es el mínimo y conocen en carne propia las penurias y miserias que el paupérrimo salario les hace padecer un día sí y otro también.
Pero no se trata solamente del caso Springer, sino que a la par con el salen a relucir otra serie de millonarios contratos – o regalos – que el generoso Fiscal, llamado en primer término a dar ejemplo de austeridad, ha entregado a manos llenas y en forma tan alegre, haciendo válida la palabra que incluye su apellido compuesto.
Por más que insista el Fiscal General de la nación en hacerle creer a los colombianos que este papel de manirroto que asume con tanta normalidad y desprecio por la opinión es normal y digno de aplauso, chocará siempre, además del rechazo total del ciudadano pobre y necesitado, con la inquietante sospecha de que algo no está bien y que Colombia no es tierra propicia para mantener semejantes privilegios, por más sabios que sean y por más cursos especiales que hayan hecho los beneficiarios del ofensivo despilfarro.