Por: Jaime A. Fajardo Landaeta

El gravísimo atentado sufrido por el exministro Fernando Londoño se produjo justo cuando el tema de la solución negociada al conflicto armado empezaba a tomar un nuevo aire en la política nacional. Cuando se daba el sexto debate a la iniciativa de un Marco para la Paz en el Congreso. Cuando entraba en vigencia el TLC con los EE. UU. Cuando arrecian las amenazas contra líderes y víctimas del conflicto, debido a la implementación de la Ley de Restitución de Tierras.

Es difícil señalar una autoría. Algunos dirán, como ya lo hicieron voceros de la extrema derecha, que fueron las Farc en razón del carácter emblemático del personaje. Otros, que es obra de los paramilitares en venganza porque el gobierno anterior incumplió compromisos; además, porque no quieren quedar por fuera del actual juego político y de la solución negociada del conflicto o del Marco para la Paz, a juzgar por recientes declaraciones de Mancuso.

Por eso es prudente esperar el resultado de las investigaciones judiciales. Cualquiera sea, de seguro habrá relación con lo expuesto y con la coyuntura política en la cual se va a definir gran parte de la estrategia futura del país.

No creo que el infame atentado logre acabar con el gigantesco esfuerzo del gobierno Santos en la búsqueda de dicha solución negociada. Pero será preciso exigir que sus promotores tiendan puentes de aproximación para evitar su fracaso.

Me explico: los orientadores de la Marcha Patriótica dieron un certero golpe de opinión que ha servido para crecer en número de seguidores. Pero corren el riesgo de ver frustradas sus aspiraciones si no logran atraer a sectores de la derecha moderada para que en una línea de encuentro del puro centro, también se discutan nuevos mecanismos de sometimiento a la justicia, y otras iniciativas que allanen los caminos de la reconciliación, sin bajar la guardia en los diversos aspectos de verdad, justicia y reparación. Es decir, debe mirarse la aproximación de los diversos bandos que pueden luchar por la paz en un haz de voluntades que permita aislar los sectores más extremistas que siguen siendo afines a la guerra y al exterminio de los colombianos. Si no se entiende así el momento, vendrán días más difíciles y de mayores sobresaltos para los colombianos.

A todos los que también anhelan participar en el actual proceso político mientras hacen cálculos sobre los beneficios que pueden cosechar desde su posición política e ideológica, también hay que abrirles las puertas para que -entre todos- derrotemos las fuerzas que se empecinan en el exterminio. La solución negociada al conflicto armado, no se reduce a las conversaciones con la guerrilla de las Farc se debe también hablar de nuevos mecanismos de sometimiento para otros actores.