Por: John Fernando Restrepo Tamayo
El minimalismo de la historia política es simple: las Farc reconocen la legalidad del establecimiento, entregan las armas y trasladan sus ideales a los órganos de representación política. Al cambio de la política por las armas lo llamamos paz. Fin del conflicto. ¿Qué sigue al fin del conflicto? Posconflicto. Y como el enemigo público no es la pobreza, la corrupción, la inequidad o la falta de oportunidades sino las Farc, y estas quedan en comitiva oficial con el Gobierno, ya se piensa en pasar la página del conflicto. ¿Qué es lo demás? Delincuencia común.
Por eso el afán de firmar un documento oficial frente a los medios de todo el mundo. Por eso el afán de agilizar las desmovilizaciones. Por eso el afán para modificar el umbral del plebiscito por la paz. Por eso el afán de trazar acuerdos y propaganda al cualquier precio. En ese afán se ha incluido al Eln. Y la relación es simple: si negocian las Farc, lo más obvio es que también negocie el Eln. El Eln es un grupo más invisibilizado. El pez gordo son las Farc. El Eln es un pez menor. Con más intelectuales en sus filas y una historia insurgente, más romántica, pero que al fin de cuentas también sucumbió al pretexto del narcotráfico y el secuestro extorsivo como implementación de “otra forma de lucha”.
El Comando Central del Eln tiene un demonio interno: ha sido incluido en el mismo saco del conflicto. Ha perdido su calidad de agente activo y claramente diferenciado de las Farc. Por eso no entiende que se hable de posconflicto en frente de sus narices mientras ellos sigan en pie de lucha. Toda la buena gestión empleada para desvertebrar políticamente a las Farc se ha echado por la borda con el Eln. Es un error reducir el conflicto a la negociación con las Farc. Es un error reducir la paz a la negociación con las Farc. Es un error negar al Eln. Es cierto que las Farc son más visibles. Pero el Eln es una realidad beligerante y debe tratarse como tal. Su salida negociada merece hojas de ruta sensatas. No vainazos tirados desde La Habana. El Eln no es las Farc. Y las Farc no son el único agente del conflicto.
Mientras estas cosas no queden claras la confusión será mayor. Y se corre el riesgo de caer en una posición absurda para el Gobierno. Negociar con las Farc y hablar del fin del conflicto pero prender a bala al Eln. Y el Eln no llega a la negociación porque no se reconoce su capacidad beligerante. El Eln pide negociación, no negación. No negocia porque necesita trazar diferencias. Y esas diferencias son esenciales en un mundo de conflicto. Esas diferencias que los políticos no pueden o no quieren reconocer. Esas diferencias que deben hacerse si todo este embeleco de la “paz” es en serio.