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El Directorio Departamental de Antioquia del Partido Cambio Radical rechazó las declaraciones del economista Carlos Caballero Argáez , sobre las Autopistas de la Prosperidad, realizadas en su columna “Infraestructura vial para el país del siglo XXI” del periódico El Tiempo. Los directoristas afirmaron que dichas declaraciones son desafortunadas e inoportunas.

En su columna, el economista cuestiona el criterio con el cual fueron diseñadas y aprobadas las Autopistas de la Montaña, hoy rebautizadas como Autopistas de la Prosperidad, evidenciando un desconocimiento mayúsculo, relacionado con el  arduo y dispendioso proceso de planificación y discusión acerca de la viabilidad técnica y financiera de un proyecto de estas dimensiones.

Los representantes de Cambio Radical aseguran que de manera ligera e irresponsable, Caballero Argáez pretende hacer creer a la opinión pública que no es más que un proyecto caprichoso e improvisado por parte de un conjunto de “provincianos” que pretenden comunicar con dobles calzadas los municipios de Antioquia.

El Directorio Departamental de Antioquia de Cambio Radical refutó tajantemente las declaraciones y se unió al rechazo realizado por la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos –SAI-, y exige al columnista en cuestión mayor objetividad e imparcialidad, pues no es cierto que los antioqueños sólo piensen en su departamento y no les interese el resto del país.

Dicen que las afirmaciones de Caballero desdicen todos los estudios técnicos y financieros realizados por instituciones públicas y privadas muy serias.

Les pareció irrespetuoso desconocer los esfuerzos de las administraciones Departamental y Municipal que de manera responsable y juiciosa han discutido el proyecto.

El documento de desagravio contra la columna de Carlos Caballero Argáez lo firmaron Carlos Mario Uribe Zapata, Germán Sánchez Bernal, Juan David Arteaga Flórez, Margarita Rosa Trujillo Agudelo, María Camila Aristizábal Sorza, Mauricio Zuluaga Ruíz, Miryam Chamorro Caldera y Róber Bohórquez Álvarez.

El siguiente es el artículo completo:

INFRAESTRUCTURA VIAL PARA EL PAÍS DEL SIGLO XXI

Por: Carlos Caballero Argáez

La nueva ministra de Transporte debería generar un replanteamiento en la política de construcción de la infraestructura de carreteras, que tenga en cuenta las realidades del siglo XXI y deje de lado el secular provincianismo colombiano.

Conversaba en la semana anterior con un urbanista amigo y proyectábamos que la población colombiana en el año 2050 se acercará a los 70 millones de personas, de las cuales el 90 por ciento vivirá en ciudades; algo así como 63 millones. Habrá algunos conglomerados urbanos en los cuales se va a concentrar buena parte de los colombianos.

El corredor Cartagena-Barranquilla-Santa Marta será uno de ellos, con más de 5 millones de habitantes. Otro importante va a ser el de occidente; digamos, el que une el Eje Cafetero con Cali y Buenaventura. El conglomerado alrededor de Bogotá posiblemente se extienda por el norte hasta Sogamoso y por el sur hasta Girardot y cuente con 15 o 20 millones de personas. Medellín y su área metropolitana albergarán 5 millones de personas. El destino de Bucaramanga y Cúcuta no es claro; por el oriente, los Llanos se convertirán en un importante polo de desarrollo agrícola y en la salida más importante hacia Venezuela. Con mayor razón si se firma la paz con las guerrillas.

Todos estos centros urbanos -y los Llanos- deberán estar conectados por tierra de la manera eficiente, buscando, por sobre todo, la existencia de troncales que nos comuniquen en pocas horas con las costas, con el sur y con el oriente del país. Desde ya la construcción de estas autopistas es la prioridad en materia de inversión en infraestructura, con un sentido nacional y una visión global. La etapa de construir vías para unir los pueblos colombianos es asunto del pasado.

La política de construcción de infraestructura de carreteras debe ser nacional, realizada en el conjunto de la nación. No puede departamentalizarse, como ocurre con las famosas Autopistas de la Montaña, ahora mal llamadas Autopistas de la Prosperidad.

Un proyecto por valor de 10 billones de pesos que, de acuerdo con el exministro de Transporte Rodolfo Segovia Salas, adopta «un curioso modelo nacional de planeación vial con redes regionales aisladas» (Rodolfo Segovia, ‘Autopistas, para pensarlas bien’, EL TIEMPO, 27 de julio de 2012, pág. 19). El cuestionamiento de Segovia es grave y, que yo sepa o haya leído en este medio de comunicación, no ha sido desmentido por ninguna fuente proveniente de Antioquia o del Gobierno Nacional.

El interés del país no es conectar entre sí a los pueblos antioqueños con dobles calzadas sino buscar las rutas más eficientes (menos costosas y más rápidas) entre el occidente colombiano y las costas tanto del Caribe como del Pacífico, pasando por Antioquia. Y, según el doctor Segovia, este objetivo no se logra con el trazado de las Autopistas de la Montaña.

Las verdaderas autopistas no son las que unen a Medellín con Turbo («el ‘compromiso del alma’ de Álvaro Uribe o la ‘autopista de la Nueva Independencia’ del exministro Andrés Uriel Gallego») o a Medellín con Remedios, sino las que van, por el occidente, de Santa Fe de Antioquia a Puerto Valdivia, Caucasia, Sincelejo y Barranquilla; por el oriente, a Puerto Triunfo, primero, y, después, a Santa Marta por la orilla del río Magdalena y el Cesar; y, hacia el sur, bajando de Santa Fe de Antioquia, a la Pintada, a la Virginia y a Cali.

Colombia tiene que planear en grande y con criterio nacional. No siento sino admiración por los antioqueños, pero, a estas alturas de la vida, todavía no entiendo por qué les cuesta tanto trabajo pensar en el interés del conjunto de la Nación y no únicamente en el de su departamento.