Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría
Desde que en la Constitución del 91 se creó la Fiscalía General de la Nación como un organismo que haría parte de la rama judicial, la elección de quienes la han regentado ha estado cargada de comentarios y de pulsos políticos para ver quién acierta y qué partido político se queda con dicha entidad, admitiendo que la gran mayoría de los fiscales generales que ha tenido el país son personas con credenciales académicas y profesionales dignas de ocupar el cargo. Que una vez en él se dediquen a la repartición burocrática, a hacer política, a perseguir a determinadas personas y a proteger a otras, a dar contratos a dedo, a meterse con cuanto tema haya de actualidad, sea de su incumbencia funcional o no, es una situación bien distinta y que de alguna manera los involucra a todos, en mayor o menor medida.
Que debe ser penalista; que debe ser, sino apolítico (muy difícil en Colombia para aspirar a este cargo), por lo menos no tener un activismo político tal que lo identifique como miembro o cuota de un determinado partido; que debe ser un buen administrador; que debe ser una persona con el suficiente conocimiento y bagaje como para poder estar al frente de semejante institución; que sea amigo del proceso de paz; que no persiga la oposición, ni haga activismo político con el cargo, ni le sirva como trampolín político; y en fin, se lanzan muchas opiniones en torno a cómo debe ser el fiscal general.
En esta ocasión no es la excepción. Ha habido una trama, creo yo, que en las anteriores elecciones no ha habido y pienso que ello se debe a varias razones, entre ellas, el momento que vive el país en torno al proceso de paz, la existencia de una fuerza política opositora al gobierno que hace mucho rato no se veía, y desde luego, al papel que desempeñó el anterior fiscal, Eduardo Montealegre, con un protagonismo tal que prácticamente no había tema en el que más que opinar, tomaba partido, con las consecuencias que ello conllevó.
Todos los aspirantes que ha tenido la fiscalía general han sido vistos en ´términos generales con buenos ojos, pero al cabo de un corto tiempo de tener al ungido se alzan en su contra todas las críticas y se comienza a despotricar de él, a todos les pasa lo mismo, solo que mientras en unos casos esas críticas son acertadas, otras son inoportunas o desmedidas. Como a muchos políticos, que en la contienda son excelentes candidatos, pero una vez en el cargo, ya no les sirve a nadie.
En esta ocasión hay tres candidatos: Néstor Humberto Martínez Neira, Yesid Reyes Alvarado y Mónica Cifuentes. Del primero, se viene diciendo que ha sido abogado de los principales y más importantes grupos económicos del país y que su cantidad de amigos en el sector político y empresarial harían que tuviera que declararse impedido en no pocos asuntos o que beneficiaría a mucha gente; del segundo, que se ha caracterizado por su bajo perfil, pero que en los últimos días se le vió en el Festival Vallenato con el ministro del interior y con uno que otro de sus potenciales electores; que hay indicios que Perdomo sería su vicefiscal y que Horacio Serpa, al no ser ternando su candidato, el actual fiscal encargado, estaría haciendo fuerza para que Reyes sea el elegido, pues no solo el ser liberal, sino el hecho de haber sido su abogado en la investigación que se le sigue por el crimen de Alvaro Gómez Hurtado, le favorecería enormemente, según se dió a conocer en un medio de comunicación impreso el fin de semana pasado; y de la tercera candidata, que no tiene mucha experiencia en el manejo de un organismo tan grande. De todos tres no hay duda en cuanto al currículo académico y profesional.
Siempre habrá que criticarle a cualquier candidato a un cargo de esta naturaleza, pero es bueno mirar otras cosas. Decir que Martínez Neira es muy amigo de los empresarios y que debe declararse impedido en muchos casos en anticiparse a decir que serán muchos los empresarios que están o se dedicarán a delinquir, muy difícil saberlo; igual de los políticos, cómo saber quiénes van delinquir y si los que lo harán son o fueron sus amigos. Dios quiera que las cosas que se dicen de Yesid Reyes no sean ciertas y no lo digo por lo del Festival Vallenato ni por los encuentros con algún magistrado de la Corte Suprema, porque es un extraordinario candidato.
Cual sea el elegido, se requiere un fiscal general que actúe con independencia y autonomía, que es la principal virtud que debe tener un funcionario judicial, que administre los bienes que tiene bajo su custodia de una manera transparente, que no case peleas, que sea ecuánime, que se preocupe por darle a la institución el prestigio que no tiene, que no persiga a la oposición solo por esta condición, que se investigue la criminalidad porque hay mucha impunidad y que no sea fundamentalista. Creo que no es mucho pedir o si?