Por: Eugenio Prieto Soto

 

Esta semana nos sorprendió la noticia que informaba sobre: “Una moderada disminución de la pobreza en Colombia, impulsada por el crecimiento que tuvo la economía hasta el 2007. El nuevo índice de pobreza estaría entre el 43 al 44%. Aunque no se conoce cifra aproximada, se advirtió que el nivel de indigencia en Colombia aumentó”. Para el director de Planeación Nacional, Esteban Piedrahita, Colombia tiene una línea de pobreza bastante más alta que la de los demás países de América Latina e incluso el doble de lo que es la línea de pobreza del Banco Mundial. “Lo más importante es que vamos a estar trabajando en una nueva metodología para medir la pobreza en Colombia y también una institucionalidad que garantice esta medición de manera independiente y tenga toda la credibilidad", expresó Piedrahita. La definición conceptual de la pobreza, los enfoques técnicos, teóricos y metodológicos para medirla, no son el problema. Son las cifras, los millones de seres humanos en pobreza, los que reflejan las enormes desigualdades de nuestra sociedad.

Colombia tiene 200 años de historia independiente y poco más de 500 como país. No es, pues, una nación joven. Aunque ha recorrido un buen trecho de historia, aun tiene al 44% de sus habitantes viviendo en pobreza y al 18% en situación de indigencia. Muy lejos de la meta del 35% propuesta por el gobierno nacional para el 2010. Las cifras avergüenzan, sobre todo cuando se las pone en relación con naciones con condiciones naturales parecidas o menos favorables. Miremos: en Chile, el índice de pobreza es 10,5% y de indigencia es 3,2%. En Perú, otro país con el que nos unen una profunda hermandad histórica y muchas semejanzas naturales, culturales y políticas, el índice de pobreza es 39,3% y de indigencia 13,7%. En Uruguay, la pobreza afecta al 20,5% y la indigencia al 1,5% de los nacionales, cifras que no son totalmente satisfactorias pero sin duda son menos vergonzosas. 

El Ministro de Hacienda dijo hace poco: “…hoy Colombia tiene nuevamente crecimiento económico sólido, respaldado en un aumento muy significativo de la inversión, en un aumento del consumo”. Es cierto, entre el 2001 al 2007, la economía colombiana paso del 2 al 8%, en una tendencia creciente y estable, con tasas moderadas de inflación. El mayor crecimiento económico en 28 años. Y en los últimos tres años, Colombia se convirtió en uno de los principales destinos de la inversión extranjera al recibir en promedio US$ 25.000 millones. Mientras que el crecimiento promedio en Latinoamérica en la década fue de 1.1%, Colombia creció a una tasa promedio del 3.7%. Según la noticia en referencia, las cifras de pobreza presentan mejoría en el país debido al crecimiento del PIB durante los últimos cuatro años. ¿Mejoría? Pésimo y contradictorio argumento. 

¿Realmente se logró disminuir la pobreza, proporcionalmente al crecimiento económico? ¿Se logró mayor equidad?  No. Se perdió una extraordinaria oportunidad de un avance mayor porque nuestro sistema económico privilegia la concentración de la riqueza y no redistribuye en equidad. Se calcula que en Colombia un 0,06% del total de propietarios, poseen 44 millones de hectáreas, lo que corresponde al 53,5% de la tierra; el 80% del capital bursátil está concentrado en manos del 0,21% de los accionistas; más del 90% de los hogares colombianos está marginado del acceso al mercado bursátil y sus ingresos dependen de la vinculación al mercado laboral de sus miembros. Por lo tanto, el crecimiento económico en Colombia no beneficia a toda la población.  

Molesta entonces, que ante la situación nacional, algunos se atrevan a decir que estamos mejorando y que haya insistencia en unas acciones coyunturales que no consiguen transformar las condiciones reales de la pobreza. Las cifras de Colombia, “La mejor esquina de América”, producen vergüenza, dolor e indignación. Demuestran que el país esta lejos de romper las cadenas que oprimen a los compatriotas que no pueden atender sus necesidades básicas y a los que el Estado social de derecho no ha alcanzado a tocar. Los altos niveles de pobreza e indigencia en Colombia, son una consecuencia lógica de la concentración histórica de la tierra, el capital, los activos, la propiedad, la corrupción y las violencias que, ninguna cifra de crecimiento podrá solucionar mientras no se diseñen y apliquen políticas claras de redistribución y reinversión en sectores estratégicos de la economía, en beneficio de la gran mayoría de la población. 

Cualquiera sea el enfoque para medir la pobreza, las cifras son inaceptables. Debemos hacer ajustes, reformas, formular políticas económicas y sociales acertadas para combatir la inequidad en todos los sectores de la sociedad y al mismo tiempo disminuir la pobreza integralmente. Sólo unidos, sectores económicos, político, social y gobierno podremos emprender juntos la ruta de la equidad, con objetivos claros, que como los del milenio de las Naciones Unidas, definitivamente creen círculos virtuosos e impacten en el  bienestar de los pobres, así sea con el propósito egoísta de que en el largo plazo, su mejor vida sea la mejor vida de todos. Que contraste, más de un billón de pesos destinados a la vivienda de interés social están guardados sin ejecutar, por ineficiencia en la gestión pública, generando rentabilidad al sistema financiero, profundizando la concentración, la desigualdad, la pobreza, la miseria.