Por: Margarita Restrepo
Admiración y mucho respeto por el esfuerzo que ha hecho el gobierno del presidente Duque para mitigar los impactos demoledores de la pandemia. Los Estados más ricos y poderosos del orbe han experimentado serias dificultades.
Mucho más Colombia, cuyas finanzas hasta ahora empezaban a dar signos de recuperación luego del derroche y pésima gestión del gobierno anterior.
El implacable coronavirus ha cobrado la vida de más de 60 mil compatriotas y afectado a cerca de 2.3 millones.
Preocupa mucho que, además de los efectos en la salud de los colombianos, el virus también acabe con la democracia y el régimen de libertades que impera en nuestro país. Infortunadamente, esta crisis sanitaria ha sido utilizada -mal utilizada- por sectores neocomunistas para obtener ventaja política de cara a las elecciones del año entrante.
Es innegable que la Colombia de hoy, respecto a la de hace apenas un año, tiene graves síntomas de empobrecimiento. Millones de personas que 12 meses atrás tenían asegurados sus medios de subsistencia, ahora registran impotentes las dificultades sobrevinientes que se traducen en desempleo y escasez de recursos para una vida con estándares mínimos de dignidad.
Insisto en hacer un reconocimiento de la importante labor social, además de la gesta médica tendiente a salvar vidas, que ha liderado el presidente Iván Duque. Pero las cifras no son en absoluto tranquilizantes.
Por eso, los sectores políticos que acompañamos o que integramos la coalición tenemos el deber de identificar el mecanismo financiero para que los 2.4 millones de hogares pobres del país que aún no reciben ayudas oficiales, puedan empezar a hacerlo.
Es muy agobiante que más del 57% de los adultos mayores en estado de pobreza, tampoco estén recibiendo los beneficios que plantea el programa que se diseñó para esa población.
Hay que salvar al país de una hecatombe populista/socialista. No es fácil lograr el objetivo. Nadie puede ocultar que estamos muy endeudados, pero las circunstancias obligan a que pensemos en nuevos empréstitos con criterio social.
¡Claro que hay que recaudar más recursos! Pero ahí, se requiere de mucha imaginación. El país, lo hemos dicho, no soporta una reforma tributaria. Por eso, el presidente Uribe ha venido proponiendo muy respetuosamente que se haga un análisis que apunte a gravar, por ejemplo, a las pensiones altas, o que se impongan impuestos adicionales a los salarios más elevados.
Recordemos el caso del año 2002, cuando el país estaba con sus finanzas totalmente secas. La situación de orden público era dramática. Guerrillas y paramilitares tenían a la democracia al borde de la asfixia. La política de Seguridad Democrática estaba bellamente planteada en el papel, pero no había dinero para ponerla en marcha.
Los militares sin recibir sus salarios. Los aviones del Ejército en las bases, por falta de dinero para el combustible. Los uniformes de los soldados, rotos y sin perspectivas positivas en relación con la provisión de nuevos avituallamientos.
Se propuso un impuesto a los grandes patrimonios. Tributo que se pagó por una sola vez. Y en esa oportunidad relució nuestra grandeza nacional. En cuestión de semanas, el recaudo empezó a surtirse y a las arcas ingresaron generosas sumas de dinero.
En virtud de esa actitud generosa por parte de los más ricos, la Seguridad Democrática empezó a ejecutarse y, con ella, la historia de nuestro país empezó a vivir un bello y memorable nuevo capítulo.
Ahora, nos enfrentamos a una situación similar. Se trata de rescatar a nuestros compatriotas que lo han perdido todo. Brindarle una mano caritativa a las generaciones que nos antecedieron y gracias a las cuales hoy tenemos el país con el que Dios nos bendijo.
Manos a la obra. Redoblemos esfuerzos. Pongamos la mirada en el horizonte y unámonos como colombianos para salir de esta crisis de la mejor manera posible y, muy importante, sin que la democracia claudique ante el encanto perverso del discurso socialista.