Diego Calle

Por: Diego Calle Pérez

Carlos Gaviria fue un sabio tropical. En medio de Mancusos, y los Castaño, guerrilleros como Mono Jojoy, Marulanda y el padre Pérez del ELN, cebolleros y pandillas como la terraza y los Urabeños, el profesor Gaviria fue un ser algo excepcional. Imaginarnos a Carlos Gaviria como presidente es como soñar en Gaitán y Galán, en la casa de Nariño. Su campaña presidencial fue una muestra de lo que en realidad aspira un porcentaje promedio de la población nacional. Aunque nunca supimos quienes pudieron haber sido sus ministros y su jefe de comunicaciones. Carlos Gaviria fue lo más ético que llego al polo en su debido momento. Vivió en su formación humanista, cultural y social, fue crítico como profesor. La política, que le gustaba tanto lo llevo hasta ser vicerrector del alma mater. Samuel Moreno no aprendió nada de Carlos Gaviria a su paso por la alcaldía. Sus días en el exilio, en sus palabras, fueron lo más terrible, llegando hasta tomar la decisión que mejor era que lo mataran en Medellín, que no morirse en vida en un país extraño, en un hotel de Buenos Aires o de Paris.

Carlos Gaviria, pudo ser como un Sócrates criollo, formo abogados y uno de los tantos que pasaron por sus clases fue el actual senador Álvaro Uribe, con el que debatió con decencia sus postulados de gran gamonal del Ubérrimo. Mantuvo su calma y claridad, ante los ataques e insultos del presidente candidato y los debates eran unos buenos ejercicios de lo que predicaba desde la constitución: el estado de derecho. Carlos Gaviria no veía en la legalización de la marihuana un delito, pero era muy consciente que por fumar eran capaces de robar un celular para consumir. Colombia no estaba preparada para un pensamiento tan abierto como el de Carlos Gaviria.

Carlos Gaviria, fue magistrado, oriundo de Sopetran que fue parroquia de la diócesis de Santa Rosa de Osos, y no sé qué relación de apellido pueda tener con Raúl Tamayo Gaviria el célebre columnista del periódico de Envigado. A Gaviria Díaz le gustaba mucho conversar con sus pares y tenía la costumbre de tomarse unos traguitos con amigos que seguían la corriente de los célebres autores que el maestro Gaviria leía en su escritorio. Le gustaba la tertulia y que no asistieran más de nueve los invitados. Poso para la revista Soho en la imagen de la última cena.

Combatió y discutió el referendo que propuso Uribe. Fue un consejero amistoso y sin ofuscación alguna escuchaba anacronismos de sus estudiantes. Para el maestro, la constitución política colombiana, es un fiel reflejo de la modernidad de un país que apenas empieza a mirarse a sí mismo.

Debatió, participo de una campaña presidencial, construyó un partido político, fue ejemplo de vida en la política, nadie de los que lo rodearon le llega a su medida justa del derecho. Al final de sus conferencias brotaba de su memoria prodigiosa historias de pensadores europeos que aplicaba a nuestro país tropical, reflexionaba con sus anécdotas, fue un gran lector, siempre fue amable, y nunca se inflo como un sapo con sus cargos que ocupo con gran caballerosidad, dignidad y sencillez.  Carlos Gaviria Díaz, fue lo más cercano a un sabio tropical.