Por Rubén Darío Barrientos G.
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Nuevamente, el salario mínimo a partir del 1º de enero de 2020, que será de $ 877.803 y el auxilio de transporte que será de $ 102.854, fueron implementados –para variar– por decreto presidencial. De 23 años que lleva vigente la Comisión permanente de políticas salariales y laborales, solo en seis oportunidades se ha concertado el aumento del salario mínimo en Colombia. Es tan baja la posibilidad de que se llegue a un consenso, que este asunto se ha vuelto una pérdida de tiempo para la mesa de concertación, en pleno diciembre. Sentarse a buscar un acuerdo es más un castigo que un honor, es más una pesadez que un asunto grato.
Lenguajes diferentes, temores distintos y orillas que divergen. Por eso se habla de un sainete, repetido y siempre nuevo. Otros, con algo de eufemismo, se refieren a puja. Sea lo que sea, no podemos perder de vista que la Corte Constitucional fijó en 1999 los parámetros que se deben tener en cuenta para reajustar el salario mínimo en Colombia: inflación causada y esperada, productividad acordada por el comité tripartito, aporte salarial al ingreso nacional, variación del PIB, protección al trabajo, aseguramiento de una remuneración mínima vital y función social de empresa. En la teoría, estas variables se ven transparentes y humanistas, y no se pueden saltar.
El día 2 de diciembre, como abreboca, se instaló la mesa de la subcomisión, donde se informaron los porcentajes que fundan la fórmula. Y aquí hago hincapié en que esta no tiene escenario abierto ni libérrimo: tiene que acoplarse a un mecanismo porcentual, no al capricho de las partes. Y se reveló como punto de base de negociación, la del 4.09 %. Para el primer tramo (del 5 al 15 de diciembre), que se enmarca dentro del plazo primigenio, las apuestas estaban así: (i) Empresarios, con propuesta del 4.5 %; (ii) Trabajadores, con propuesta del 8.1 %, amarrando salario mínimo + auxilio de transporte por $ 1 millón y (iii) Gobierno, con propuesta del 5.2 %. Mientras los empresarios subieron al 5 % y luego al 5.8 %, los trabajadores y el gobierno no se movieron ni una pizca ni un tris. Negociadores duros.
Quiero comentar que la famosa mesa de concertación, donde la gente con asiento termina dilapidando muchos días decembrinos, está integrada por: Ministerios de Hacienda y Trabajo, Dane, Ctc, Cgt y Cut; Fenalco, Andi, Asobancaria, Sac y Acopi. Ante la radicalización de las centrales obreras, se aprecia gran hostilidad, desencuentros y utopías. Este año, en donde las centrales obreras no se situaron en la estratosfera del 12 %, sus voceros sí se empecinaron en llegar al famoso millón de pesos en sumatoria. Fue algo obseso. La cifra final, fue vendida por el gobierno, como de casi el duplo de la inflación proyectada por el Banco de la República para este 2020. La posición salomónica del gobierno, fue: el porcentaje del mínimo, se situó por encima de la oferta final de los empresarios y fue copiado del año anterior (6 %).
Como parte del libreto, año por año, los voceros de las centrales obreras expresan que “esto es una burla”, “es algo ridículo”, “se perdió una oportunidad de oro”. Digamos las cosas como son: solo porque la Ley 278 de 1996, obliga a reunir la mesa y tiene las fechas precisas de esas sesiones, debe convocarse obligadamente la mesa de concertación. Pero siendo realistas y sinceros, esto debería desmontarse para pulverizar el sainete y para no asistir a una perdedera de tiempo que pone en una botadera de corriente a los integrantes, pues desde el comienzo las posiciones se radicalizan y se vuelven inacercables.
¡Feliz año 2020 y que haya salud y éxitos para todos!