Por: Francisco Galvis Ramos
Si por ideología política entendemos el conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una persona o de una colectividad, entonces la experiencia diaria nos está demostrando que Juan Manuel Santos, presidente de la República, carece de ideología y, como le dijimos en anterior oportunidad, no hay nadie más peligroso que un político sin ideología.
Naturalmente que de aquellos hemos tenido, tenemos y tendremos muchísimos aquí y en todas partes, pero ahora sí estamos ante la tapa del congolo y el mal de muchos no podrá ser para siempre consuelo de los tontos que no queremos ser.
De la larga, dorada y muelle estadía en Inglaterra por cuenta de la plusvalía sudada por los caficultores para mantenerlo allá, Santos trajo de regreso una entelequia llamada “La Tercera Vía” acuñada por el líder laborista y primer ministro inglés Tony Blair, de la que pronto olvidó la doctrina, si es que la estudió, para quedarse con el solo título, enredo con el que descrestó a más de un manzanillo iletrado en ciencia política, que es tan antigua como la humanidad misma y de ello dan cuenta una Biblia bien leída, al igual que añejos textos griegos, persas y romanos.
Y se equivocó porque vivimos en el trópico y de siempre ha sido necedad mayúscula intentar el trasplante de arquetipos foráneos, como lo advirtiera el Libertador al negarse a hacer de las nuestras unas repúblicas confeccionadas desde el aire, necesitadas sí de instituciones cortadas por sastres nativos a la medida de la idiosincrasia y las necesidades particulares de estos pueblos.
Preciso por carecer de sustrato ideológico, “cuesta abajo en la rodada” el economista Santos arremetió de la manera más baja que le fue posible en contra del caudillo Álvaro Uribe Vélez, como respuesta al discurso que este ofreció en el marco de la asamblea partidaria de La U, oración esta llena de ideas para la conducción del Estado y de cavilaciones centradas en el decurso sobresaltado que Santos ha puesto a recorrer a la Nación.
Es así que para quién solo haya enfundado estrechos sacolevas y gruesos abrigos sabaneros, nada conocerá de faenas y le será difícil saber de la utilidad del poncho y comprender el valor alegórico que tiene y que lo mismo podemos levantarlo para arriar o detener recuas, que para rebelarnos en contra de los designios del felón.
Quien tercia poncho lleva machete si lo trae y va a la vista. En cambio, el que viste sacoleva probablemente lleve escondida en sus pliegues acerada gumía. Ahí está otra diferencia entre Uribe y Santos.
Si, Santos, ¡de veras peligroso! Sí, Uribe siempre yendo de frente.
Colombia, Patria grande y digna no se rinde ante el codicioso y perverso ciudadano que defrauda una tras de otra la confianza de nueve millones de electores.
Tiro al aire: con lo acontecido en la convención de La U, no es improbable que se esté ante dos cadáveres políticos insepultos a la espera de cristianos réquiems.