Por: Diego Calle Pérez.
No es propiamente un análisis de la canción de Diomedes Díaz, se trata más bien de averiguar qué tan cerca estamos los unos de los otros, entre departamentos, entre las diferentes subregiones de Colombia y de cómo llegan las noticias que se producen diariamente a los diferentes pueblos, veredas y corregimientos de la extensa geografía nacional. ¿Qué tan bien informado está en cultivador de yuca y plátano? ¿Cómo le llega la información al recolector de café? ¿Cuál es el tipo de información que tiene un agricultor y recolector de leche en Ubaté?
¿A qué tipo de público le llega la información que editan los noticieros de la mañana en televisión?, ¿qué tanta audiencia tiene las emisoras que programan vallenato, balada, porro y cumbia en las primeras horas de la mañana? ¿Qué tanta audiencia tiene la periodista al medio día? ¿Cuáles son los temas que la gente busca en internet, si los periódicos impresos se reducen cada día? ¿Resultaron más emisoras en internet, que las que se tenían en el dial del radio tradicional? ¿En facebook hasta los sacerdotes están motivando a los feligreses?
Hoy, la noticia, se difunde con la velocidad de la luz del día para no exagerar en metáfora, el escándalo de corrupción se multiplica a milésimas de segundo, pasa algo curioso, empiezan los chistes y empieza una serie de emoticones, de mensajes, no se sabe si reír, llorar o crear miedo, desesperanza, tristeza, rabia, impotencia, hacer lo que a muchos se les pasa por la cabeza, eso mismo que hemos visto, año tras año, eso mismo, que le han hecho a miles de colombianos, por denunciar terminan en ya sabemos dónde.
Tenemos un antes, tuvimos otros tiempos, la noticia no llegaba por facebook, no llegaba por whatsApp, teníamos a periodistas con cierta ética como la de Javier Darío Restrepo o la de maestros de las columnas que eran leídas y consultadas por ministros y asesores del estado, hoy no leen, hoy no se toman el ratico de preguntar, si lo que están ejecutando, puede tener una incidencia social, estamos llegando a niveles de desfachatez que ni siquiera contemplan en un manual universal de ética. Si eso sucede en las esferas altas del poder ejecutivo, que pensar del legislativo y judicial, que pensar de las distancias entre la capital y un pueblo del departamento de la Guajira, Tolima, Nariño y Arauca. Sin medir distancias.