Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría
Para los entendidos en el tema es claro que el poder que tiene un presidente en un régimen presidencialista es distinto al que tiene un primer ministro en uno de corte parlamentario, como que el primero tiene una fuerte preeminencia e influencia sobre las demás ramas del poder público, al paso que no sucede lo mismo con el segundo, en cuyos países donde rige si existe, por norma general, una verdadera división de poderes; otro aspecto que marca la diferencia es el tiempo que dura en el poder el gobernante en uno u otro régimen: en el presidencialista, toca aguantar hasta que el período constitucional se le venza al gobernante; en el parlamentario, al primer y craso error del primer ministro, se le invita a la renuncia (lo que ocurre, si es que no lo hace por iniciativa propia) sin tener que esperar ningún límite de tiempo. Las ventajas de este último son más que evidentes: a un mal gobernante en uno presidencialista, que es la norma general, se le tiene que aguantar hasta que termine su período, mientras que en el otro, no. Pues bien, esta es la situación actual de muchos países en América y muy especial la de Estados Unidos, donde seguramente muchos electores deben estar en pánico y arrepentidos con la elección del ahora presidente. Es cierto que casi todo lo que prometió va en contravía de políticas mundialmente acogidas, es decir, está adoptando programas que van en dirección del no respeto por los derechos humanos; del no reconocimiento que la inmigración es no solo inevitable sino necesaria para el desarrollo social, económico y cultural de los países; que es más nocivo el proteccionismo que el libre comercio; de los avances en materia de medio ambiente y cambio climático; que va a ahondar en el desacierto de la política exterior de su país, entre otros aspectos, y que necesita, en algunos casos, para llevarlos a la práctica, de la aprobación de leyes, lo que supone tener las necesarias mayorías en el congreso (que como se sabe teóricamente tiene aseguradas, pero también se sabe que tiene resistencia en un sector importante de su partido), lo cual no es tarea fácil; también habría que agregar a ello que necesita para sacar adelante algunas de sus políticas del concurso de algunas organizaciones que lo apoyaron que no ven con buenos ojos algunas de las implementaciones que quiere realizar. Pero si todo esto es verdad, también lo es que presidente es presidente y cuenta con un poder descomunal para hacer cambios así algunos de ellos, por decisión de la Corte Suprema, terminen siendo tumbados. Lo acabado de mencionar tiene respaldo en las medidas tomadas a solo una semana de tomar posesión como presidente: anunció el retiro de los Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, un enorme pacto comercial con salida al pacífico que había negociado Obama con otros 11 países; autorizó la construcción de dos grandes oleoductos que la administración anterior tenía bloqueados por su fuerte impacto y consecuencias ambientales; ordenó la construcción del muro en la frontera con México; lanzó la más agresiva campaña contra la inmigración ilegal, serán millones los que resulten afectados con esta nueva política; suspendió el ingreso de personas que provengan de Irán, Irak, Siria, Libia, Yemen, Sudán y Somalia, incluso de personas que salieron a estos países y que hace rato están en los Estados Unidos como estudiantes o como trabajadores, se salvaron los diplomáticos; suspendió un ambicioso programa de admisión de refugiados y remató diciéndole al presidente de su vecino del sur, Enrique Peña Nieto, que si no pensaba pagar la construcción del muro, mejor que no fuera, en atención a una visita que tenía programada a este último al país del norte. Nadie daba un peso por este personaje y ahí lo tienen como presidente del país más poderoso del mundo, es increíble que en tipo de estos gobierne un estado con una tradición democrática, y relativamente respetuoso de las libertades civiles. El mundo anda convulsionado como nunca antes y las políticas adoptadas por Trump en tan pocos días lo único que hacen es echarle leña al fuego. Sería bueno pensar en que estos desaciertos y muchos que de seguro vendrán no alterarán más el orden mundial, pero es inevitable.