Por: Balmore González Mira
En una agradable tertulia sobre la educación que se imparte hoy en el pensum académico de la educación básica en el país, lamentábamos que los educandos reciben poco de dos áreas que son fundamentales en la formación integral del ser humano, como son Historia y Geografía. Los compendios que se hicieron de las ciencias sociales no permiten ahondar en escenarios como la historia de Colombia y sus diferentes etapas y se pasa someramente en temas de la historia universal.
Alguno de los contertulios atinó a decir que había libros de secundaria donde en media página se abordaba el renacentismo y hubo quien se quejara de que a la independencia, con todas sus batallas, se le asignarán escasos treinta renglones en los textos escolares y que precisamente no eran los docentes quienes se explayaran en explicaciones para hacer más nutrido el conocimiento de sus alumnos. Y en esa gesta patriótica, escasamente estudiada, ni Bolívar ni Santander adquirían la connotación de valerosos héroes y que por ello las generaciones de bolivarianos y santanderistas había llegado a su fin; los nuevos bachilleres no saben dónde ubicarse en este estadio histórico y algunos desconocen quienes fueron estos dos personajes. Por decir lo menos.
Y para ajustar de acabar, decía una persona letrada y estudiosa, que veía con mucha preocupación como un sobrino suyo que estaba en el grado once, no solo estaba mal fundamentado en matemáticas y otras ciencias de las llamadas exactas, sino que no tenía idea de Geografía y encontramos ese común denominador para establecer que ni siquiera algunos saben las capitales de los departamentos de Colombia, sino, que era demasiado pobre cuando de las capitales o ubicación en los continentes de los países se trataba, pues esta no es ya como otrora, una exigencia en las aulas escolares. La conversación fue fluyendo y como un derecho ciudadano fuimos opinando de lo divino y humano.
Pensé con nostalgia en la preparación de nuestros próximos profesionales y recordaba como en nuestra época, sin internet y solo con la disposición de la lectura, un ejercicio en los descansos de clase o fuera de las aulas, era preguntar a nuestros compañeros por una capital cualquiera; la vergüenza general y el matoneo sobreviniente era para quien, estando dentro de esa dinámica de aprendizaje, no supiera responder. Es claro que hoy un estudiante está a un click de su aparato móvil para buscar una respuesta en el espacio informático, pero también es cierto como le escuché en una clara aseveración a alguien, “no crea todo lo que sale en Internet y Google”, ahí se crean mitos que muchas veces son alimentados con falsas teorías y que hacen que la educación virtual se “desvirtualice” rápidamente. La academia tiene que empezar a jugar con los nuevos esquemas de aprendizaje, dentro de los cuales debe debatir la utilidad de las ayudas electrónicas y del ciberespacio, la autorización controlada de su uso en las aulas escolares y su aprovechamiento para mejoramiento de la calidad de la educación. Las tabletas, los portátiles y los celulares son hoy herramientas que podrían ayudar siendo bien utilizadas, y sobre todo los últimos, que por lo general son prohibidos en las aulas escolares.
Podríamos decir muchas cosas como colofón de esta preocupación, pero solo diremos que hay que revisar el esquema educativo, definir después de la básica primaria como orientar y preparar a los docentes para definir la ruta de los jóvenes estudiantes para los pregrados dependiendo de la carrera que vayan a elegir. Que matemáticas, química y física y no pueden ser las áreas repugnantes para los aprendices y las que padezcan en cada entrega de calificaciones y que es hora de introducir nuevas pedagogías para que estas áreas sean útiles en su formación y algo aporten a la construcción del saber; que es hora de definir en los grados 10 y 11 materias electivas para los estudiantes de conformidad con la profesión que se va a escoger, porque de lo contrario seguiremos graduando bachilleres en serie, con poca preparación y sin idea de qué profesión elegir, con el resultado catastrófico de la deserción escolar en los pregrados con los altos costos económicos para una economía familiar en Colombia, cada día más difícil y deteriorada. Si esto ya está inventado y Singapur en solo dos décadas es un ejemplo exitoso en el mundo, con un crecimiento interesantísimo del PIB demostrado desde la educación, porque no tomar este modelo y aplicarlo en nuestro esquema y así salir de los cuentos que mentirosamente nos han querido hacer creer de Medellín y Antioquia y ahora Colombia, como las más educadas. No podemos pretender aplicar a la educación aquella famosa frase de guerra de Wiston Churchill “de derrota en derrota hasta la victoria final”, pues no podemos darnos el lujo en la educación de decir de “ensayo en fracaso hasta la ignorancia total”