Diego Calle

Por: Diego Calle Pérez

Son voces que van desde México hasta la Argentina o van en viceversa. Son voces que se han considerado inmortales como las letras de Octavio Paz o de Julio Cortázar. Son las voces de Gabriel García Márquez, Jaime Sabines, Mario Benedetti o del legendario Cesar Vallejo que inspiro canciones como la maza de Silvio Rodríguez. Son voces que no mueren por que se dejan en la impronta de los libros de historia. Es la voz del discurso de Angostura de Simón Bolívar, la carta de Jamaica y el poema a su prima Josefina. Es la voz de José Martí y las muchas voces que desde la Habana surcaron toda América Latina. Es la voz del Che reflejada en su foto que es una iconografía mundial. Es la voz de Fidel Castro y la de Jorge Eliecer Gaitán. Ni que hablar de las pocas voces que conocemos del vecino Brasil.

Voces latinoamericanas que han calado en la tradición de un pensamiento muy uniforme desde Argentina hasta México. Todo lo que sucede en los países latinoamericanos pareciera efecto dómino. La pobreza es igual. La política es igual. Fiel muestra de ello, películas muy especiales, La Ley de Herodes, la estrategia del caracol, los colores de la montaña. La literatura y el arte, son reflejos de Diego Rivera y Pedro Nel Gómez, en sus debidas proporciones.

Las voces latinoamericanas, mueren por una costumbre constante del pensamiento tropical. No hay referentes de historia. Hay referentes muy similares. Fujimori en el Perú, Uribe Vélez en Colombia. Alan García se reencaucho en la política de su país, desde Colombia su otra nacionalidad. Enrique Peña Nieto sobrepesa la derrota y la esperanza al mejor estilo de la época de Cesar Gaviria. Ernesto Samper Pizano tan cuestionado, está en los grandes eventos de los países Latinoamericanos.

Para los latinoamericanos recordar al general Augusto Pinochet es nombrar un diablo con cachos, cola y tenedor. De Chile para el mundo duraznos y de Colombia bananos del puerto de Urabá.  Salvador Allende otro mártir del proyecto social y demócrata de la América Latina para no decir Hispanoamericana. Luis Carlos Galán asesinado en 1989 por las mafias colombianas, Luis Donaldo Colosio en México asesinado en 1994 por los partidos tradicionales, meras hipótesis de dos líderes de juventudes llenas de sentido de patria.

Voces Latinoamericanas que describen la realidad de la comunicación urbana y social. Néstor García Canclini en México y Armando Silva en Colombia. Paulo Freire que desde Brasil propone otro método de enseñanza, no se acata y se sigue con el estilo de la colonia y la república marcada por la España, de la llamada Corona. No hemos evolucionado en la educación latinoamericana, seguimos enfrascados entre la escolástica y la revolución francesa. Aprendemos ingles, los chinos incentivan el mandarín por medio de becas para enseñar castellano en las tierras del nuevo sol. Los franceses se sienten orgullosos de que llamemos Renault al carro colombiano.

Voces latinoamericanas que no unifican, aíslan como lo que plantea Maduro desde la Venezuela del prócer de la independencia. Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador exageran y se acomodan según la constitución que reforman como carta de restaurante. Reformas en Colombia que dicen lo mismo, pero con otro sentido metafórico, para no decir semántico. Argentina con su presidenta espera ganar la copa América. El fútbol es una distracción casi general para los latinoamericanos, en caso de escándalos, balón pie al mejor estilo para amainar los temblores pasajeros. Nicaragua quiere un canal con territorios de la franja internacional. Costa Rica es la finca de paseo de los jubilados yanquis. Guatemala recibe los inmigrantes que reposan para Estados Unidos. Belice sigue conservando su bajo perfil de colonia Imperial.

La música latinoamericana queda registrada como un fenómeno cultural. La nueva canción protesta, de los años setenta, Violeta Parra y Víctor Jara, la influencia de la canción Cubana de Pablo Milanés y en los ochentas las bandas roqueras reflejaban otra composición social, Mana, Los toreros muertos y en los noventa la canción moderada y poética al mejor estilo de Alberto Plaza. Son algunas de las tantas manifestaciones de un gran crisol de músicas variadas de un continente muy desigual. Es muy poco el espacio, para agrupar hechos y acontecimientos de contrastes geográficos, políticos, sociales y de razas combinadas. Esas son las voces latinoamericanas.