Por: Sinergia Informativa
“Voluntad política” es una expresión que todos usamos cuando se trata de explicar la indiferencia de nuestros gobernantes frente a la solución esperada a los problemas sociales y económicos de algunos sectores de nuestra sociedad. No es que no exista. Nuestro País ha vivido episodios desvergonzados que demuestran que sí hay “voluntad”, “intención” o “ánimo” de hacer o no hacer. Nuestro País ha sido testigo de decisiones de carácter público que han afectado el interés público y, por tanto, han sido adoptadas en instituciones “políticas” como el Ejecutivo y el Legislativo. Entonces sí existe la “voluntad política”.
La decisión del Gobierno de Andrés Pastrana de establecer mediante Decreto de Emergencia (económica) 2331 de 1998 el “2 por mil” para rescatar “temporalmente” las entidades financieras que estaban sin liquidez, es un hecho claro de “voluntad política” por parte del Ejecutivo. Las posteriores leyes 863 de 2003, que aumentó la tarifa al “cuatro por mil”, y la 1111 de 2006, que estableció la permanencia de esta tarifa, comprueban la “voluntad política” del Legislativo.
Durante el pasado Gobierno de Álvaro Uribe, el País presenció el descaro de Agro Ingreso Seguro y la presentación del Proyecto de Ley 1152 de 2007, por medio del cual se buscó dictar el Estatuto de Desarrollo Rural y reformar el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural –Incoder-. No hay duda de la existencia de la “voluntad política”.
Pero en estos dos ejemplos, que no difieren de las actuaciones gubernamentales de casi toda la historia republicana de Colombia, los beneficiados fueron los ricos, los mismos que en persona o en cuerpo ajeno han cooptado el poder. A ellos, “su voluntad política” les ha permitido vivir felices en su propio “círculo virtuoso” de riqueza – poder político – riqueza, generalmente apoyado con opresión armada.
Pero como la moneda tiene cara y sello, “su falta de voluntad política” les ha permitido perpetuar la infelicidad de la inmensa mayoría de la población colombiana atrapada en un “círculo vicioso” de pobreza – falta de oportunidades – explotación – carencia de tierras y medios de producción – falta de educación – desempleo –miseria.
La expresión aquella laureanista de invitar a los campesinos expectantes ante una justa reforma agraria a esperar que se sequen los pantanos para que los trabajen, develan el pensamiento egoísta de las clases dominantes de este País. Respuesta desvergonzada como la de María Antonieta, quien mandó a comer pasteles al pueblo hambriento que pedía pan. Invitación cínica como todas las que se desprenden de las expresiones de quienes todo lo tienen y nada quieren soltar, aunque en la tarima hayan sido capaces de conmover y convencer con promesas populistas para lograr legitimar en las urnas su poder de cooptación.
Hubo un momento en la historia política, económica y social de Colombia, en el cual la justicia social y la equidad estuvieron a punto de encaminar el devenir de nuestra patria hacia la felicidad y la paz permanentes. Pero los terratenientes y los políticos con intereses particulares (léase, entonces, “politiqueros”) se les atravesaron a los primos Lleras (Alberto Lleras Camargo, presidente de la República, y Carlos Lleras Restrepo, funcionario con la tarea de llevar a cabo una Reforma Agraria). De no haber sido por el obstáculo de los dueños de las tierras, la “voluntad política” de estos habría materializado las medidas políticas, económicas, sociales y legislativas necesarias para modificar la estructura de la propiedad y producción de la tierra. Ese sueño que se niega a morir de ver solucionado el problema de la concentración de la tierra en unos pocos y de su baja productividad debido a la trampa de su destinación egoísta al pastoreo, sigue llamándose “Reforma Agraria”, aunque muchos la vean como una quimera.
Pero nuestro País estaba destinado a la tragedia, a ver a sus propios hijos matándose y abonando con su sangre las tierras más fértiles y agradecidas del mundo. Desde la Patria Boba… pasando por la Guerra de los Mil Días, la Masacre de las Bananeras, la llamada Época de la Violencia… hasta el florecimiento de la guerrilla, el narcotráfico, el paramilitarismo y las Bacrim, Colombia ha sido escenario de inequidad e injusticia social. Pero, paradójicamente, ha sido su propia riqueza, la misma que fundamenta las probabilidades reales de estar entre las potencias económicas del mundo, la que mantiene viva la esperanza.
La esperanza es la “voluntad política”. En ella está depositada la fe reiterada en que el statu quo algún día romperá su equilibrio a favor de la clase dominada, pero sin la fuerza. Ya está demostrado que la toma del poder por las armas en busca de la justicia social y la equidad, es un imposible. También es cierto que esa justicia social tampoco llegará de la mano de la dirigencia política, feudal y empresarial: su voluntad está doblegada por la ambición de tener más y de restringir más.
La lógica es la “voluntad política”. Ya sabemos que existe y que vibra en espíritu en las páginas de nuestra Constitución Política: en sus fines de brindar bienestar general y dignidad, reposa la energía creadora de una sociedad mejor.
La diferencia que se vislumbra en algunas políticas de los gobiernos pasado y actual, permiten asomar la esperanza de que el momento histórico que pretendieron los primos Lleras, no murió. De hecho, como decíamos arriba, el sueño llamado “Reforma Agraria” se niega a morir. Hemos visto su esencia en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. Ciertamente, ésta tiene un alcance demasiado definido a unos sujetos, circunstancias, modos y tiempos. No es, por tanto, una “Reforma Agraria”. Pero es muestra de “voluntad política”, y esta vez, en favor de las víctimas del desarraigo.
Hoy la “voluntad política” parece diferente. Reconocer en los más desprotegidos a las víctimas y en los terratenientes a los victimarios, es un primer paso que soslaya la quimera. Es cierto que estamos curtidos por los episodios vergonzosos de nuestros dirigentes políticos, feudales y empresarios: egoístas, cínicos e hipócritas.
Queremos creer que sí existe “voluntad política” con el ánimo de mejorar las condiciones de vida de los más desprotegidos. La “pela” que se ha dado el actual gobierno con la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras y el Marco Jurídico para la Paz, son decisiones de carácter público que afectarán positivamente el interés público.
Puede que sea un remedo de Reforma Agraria, pero es el principio de la ruptura del “círculo virtuoso” que defienden a capa y espada los ricos que se han beneficiado históricamente con las actuaciones gubernamentales. Y puede ser el principio de la ruptura del “círculo vicioso” que saque a nuestra población campesina de la pobreza y la miseria.
Todo depende de la “voluntad política” que existe en algunas nuevas y viejas figuras políticas con vergüenza y con verdadera consciencia social.