Por: Diego Calle Pérez
La política es dinámica. Cada que hay elecciones aparecen partidos políticos a cambio de avales y mermeladas. No hay justificaciones pero si demandan los cambios de partidos. Los liberales son conservadores. Los conservadores son liberales. Los del polo se mantienen por ser tan escasos en sus opiniones. Los liberales son menos y los independientes son buscando partido donde buscar opciones. Los políticos de turno cambian de partido según los intereses que se propongan en equipo. Los partidos políticos tradicionales no saben a quién avalar desde Bogotá quien sigue siendo la central de mando. Los herederos de partidos políticos no quieren ser señalados y mejor tiran la toalla que fortalecer la campaña. Algunos se van del partido tradicional buscando ser asertivos y resultan más enredados que devolviéndose. Los votos se convierten en maquinarias que consolidan a un senador por más años en el poder que cualquier alcalde de pueblo. El tamal, el sancocho y los contratos antes de las elecciones son la costumbre en cada elección local, departamental y nacional. Las reuniones son más frecuentes. Los volantes son el pan de cada día. Las semanas se vuelven para el candidato más largas y los meses pareciera fueran un embarazo de trillizos. Un aval no significa nada para un candidato de un pueblo como Macondo, si no es acompañado de unos fondos del partido que lo avala. El candidato después de recibir su aval debe buscar cómo financiar su campaña, hace rifas, se inventa un bingo bailable, hace buñuelos y empanadas para vender en las reuniones de sus más cercanos familiares y amigos, si la esposa le ayuda bastante, hace tamales y morcilla para venderles a los vecinos de la cuadra. Un aval significa mucho para un candidato de una ciudad capital ya que le llegan los fondos trasparentes del tesorero del partido y uno que otro senador le gira su chequecito al portador. Un candidato de ciudad capital con un buen aval le caen las listas de concejales y diputados dispuestos aportar a la causa del partido que de seguro va a triunfar. Para un candidato de pueblo al mejor estilo de Macondo, le debe casi rogar a sus más cercanos amigos que le ayuden a llenar la lista al concejo y cuales le ayudan a conseguir contactos con el diputado de turno en el municipio que va a sufragar. Un aval sin un buen respaldo económico es como una lujosa camioneta KIA sin gasolina. Un aval sin un buen padrino político, bien sea, el alcalde de turno, el gobernador, diputados en ejercicio y los propios concejales que lo apoyen es como sembrar pinos en un desierto. Las elecciones se convierten en una fiesta de relaciones incestuosas, donde todos buscan a como dé lugar un pedacito de torta, un premio de consolación o un contrato aunque sea por fuera de la nomina. Aunque queramos modificar y cambiar tantas utopías, todo seguirá siendo lo mismo en un país donde la política, no es el arte de hacer feliz al ciudadano, sino convertirlo en mendigo de su propia realidad, es por eso que el voto nunca será analizado, ni consciente. El voto será casi parecido a lo que significa un aval para presentarse en la Registraduria del Estado Civil del pueblo Macondo. Prevalecerá el tamal, el transporte, la camiseta, la gorra y el lapicero para el día de las elecciones, donde en franca lid ganara el que mejor analizo y concientizó a sus votantes en una campaña que dura casi o igual que un embarazo.